Escrito por: Joan Cano Cervelló, Specialty Lead Process & Utilities
En el ámbito de la sostenibilidad, es crucial abordar los desafíos desde el comienzo para identificar las estrategias que ayuden a maximizar los impactos positivos de un proyecto. Al trabajar por un mundo más sostenible, nos encontramos con una gran cantidad de información compleja y, a menudo, desordenada, repleta de términos, siglas y conceptos que dificultan su análisis. Por ello, es esencial realizar un análisis preliminar que nos permita entender nuestra posición antes de tomar cualquier decisión.
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En primer lugar, debemos saber diferenciar entre dos acrónimos que se escuchan habitualmente en relación con las prácticas sostenibles, OSD/SDG y ASG/ESG.
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Los ODS/SDG (Objetivos de Desarrollo Sostenible / Sustainable, Development Goals), son una iniciativa global establecida por las Naciones Unidas en 2015 como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Estos objetivos tienen su cometido en poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar la paz y prosperidad para 2030. Los ODS constan de 17 objetivos y 169 metas específicas que abordan una amplia gama de desafíos globales, desde la erradicación de la pobreza hasta la acción climática y la igualdad de género.
Los ODS están centrados en el desarrollo global y se aplican a nivel de país. Proporcionan la hoja de ruta global para gobiernos, organizaciones internacionales, ONG’s, empresas y la sociedad en general hacia un mundo más sostenible.
Los criterios ASG/ESG (Factores Ambientales, Sociales y de Gobierno Corporativo / Environmental, Social and Governance) se centran en la evaluación y medición del desempeño empresarial en términos de medio ambiente, sociedad y gobernanza.
Estos criterios ayudan a los inversores, consumidores y otras partes interesadas a comprender el impacto de una empresa en la sostenibilidad y la responsabilidad social.
Si nos centramos en los criterios ASG/ESG, podemos definirlos del siguiente modo:
Criterios ambientales:
Hacen referencia a cómo una empresa aborda cuestiones como la gestión de recursos naturales, la huella de carbono, la eficiencia energética, el uso de energías renovables y la gestión de residuos. Esto incluye medidas para reducir el impacto ambiental y promover la sostenibilidad.
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Criterios Sociales:
Los criterios sociales se centran en cómo una empresa trata a sus empleados, clientes, comunidades y otros “stakeholders”. Esto incluye cuestiones de igualdad, diversidad, seguridad en el trabajo, relaciones con la comunidad y responsabilidad en la cadena de suministro.
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Criterios de Gobernanza
Los criterios de gobierno se relacionan con la estructura y prácticas de gobierno de una empresa. Esto abarca la transparencia, la ética empresarial, la rendición de cuentas, la independencia de la junta directiva y la gestión de riesgos.
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Si ordenamos todo el volumen de información descrito anteriormente, dispondremos de un diagrama ordenado para proceder de un modo eficiente a la gestión de las distintas acciones a realizar, tenemos nuestro “road map” de sostenibilidad.
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Una vez estamos ubicados y con las líneas de desarrollo claras, podemos profundizar un poco más en nuestra línea de trabajo y encontrar herramientas que nos permitan apoyar a las acciones para la mejora de nuestro desarrollo sostenible, dentro de nuestra planta productiva, por ejemplo, la “taxonomía climática”, que consiste en un sistema de clasificación que tiene como objetivo clarificar y clasificar, dentro del Pacto Verde Europeo (PVE), las inversiones y actividades que son sostenibles.
De este modo, toda actividad económica que busque financiación y se denomine sostenible debe contribuir a la consecución de los seis objetivos climáticos correspondientes a la “taxonomía climática”.
- Mitigación del cambio climático: generación, distribución y uso de energías renovables, aumentar la movilidad limpia y buscar la mejora de la eficiencia energética.
- Adaptación al cambio climático reducir o prevenir las repercusiones climáticas actuales o futuras.
- Protección de los recursos hídricos y marinos, evitar vertidos de aguas residuales y proveer el acceso de agua potable a la población.
- Transición a una economía circular, los productos deben incluir en su fabricación y diseño los conceptos de “durabilidad”, “reparabilidad” y “reciclabilidad”.
- Prevención y control de la contaminación, mejorar la calidad del aire, el agua y el suelo o mitigar riesgos para la salud.
- Recuperación de la biodiversidad y ecosistemas, proteger los hábitats naturales de especies, gestión forestal y de la agricultura sostenibles.
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Tener muy presente el trabajo que hay que realizar también en la reducción de la Huella hídrica, que tiene gran afectación en distintos de los objetivos de la “taxonomía climática”
Analizando con más detalle la supply chain de un producto, nos adentramos aún más en nuestro proceso productivo y analizamos dentro de los criterios ESG (Environmental, Social and Governance) la parte más focalizada en los equipos de fabricación, producción, utilities, generaciones, reutilización, etc.
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Si recorremos toda la supply chain, debemos ser capaces de analizar a lo que podríamos llamar como “huella embedida” de un producto, para poder medir de un modo real la “huella de carbono” que producimos al generar nuestro producto desde su inicio del ciclo de vida hasta su fin.
Es decir, medimos la “huella de carbono” teniendo en cuenta las emisiones generadas en la producción de la materia prima, así como el transporte, las emisiones en la propia generación del producto fabricado y en el fin del ciclo de vida, las emisiones generadas para su eliminación, si fuera el caso.
Existen herramientas para la medición del ciclo de vida del producto, que pueden proporcionar datos realistas para ayudar en la toma de decisiones.
Es decir, no solo debemos quedarnos en un análisis puntual de lo que pasa en nuestra pequeña parcela de la planta de producción, debemos tomar la consciencia de que todo el ciclo de vida debe estar en consonancia.